Por Dayami de las mercedes.
Desde que comienzan los aires otoñales y el invierno dejo de ser yo para ser viento. Intento vivir con los vivos y dejar en paz a mis seres queridos que descansan en la verdadera casa de dios. Juro que cada año lo intento.
Como soy del viento no sé cuál es la verdadera realidad, la que soñé cuando añoraba una familia, la que vivo con mis amigos o la tristeza de saber que todo va pasando.
Me niego a creer que todo sea tan gris. Me niego a creer que tengo tanto y se me va de las manos. Que soy aquella inconforme que da luz a la vida de los demás.
Andrés y Celia son tan solo dos personas que llegaron a mí para impulsar todo aquello que me sostiene. Ya próspero, feliz por haber dejado de ser el pintor sin nada en el bolsillo, Andrés se me acercó:
- A ti te debo lo que hago.
Perpleja ante tanta gratitud no vacilé en pedir explicaciones.
- Cuando me quejaba de tanta desdicha dijiste que tenía el milagro en mis manos, que dios me había dado la luz y no era capaz de verla. Sencillamente aproveché lo que sé hacer: ahora pinto, no como mejor sé, pero sí como mejor se puede vivir.
Andrés sin pretenderlo me devolvió la capacidad de la resurrección, mi mejor mecanismo de defensa o de fe.
Celia dice que su vida es otra desde que conversé con ella y le dije que diferencia de los demás yo soy feliz, con grandes momentos de infelicidad pero soy muy feliz.
Nunca mi amiga periodista había tenido esta filosofía de la vida y cuando descubrió que se trata solo de una actitud, recomenzó.
Celia María tampoco nunca ha sabido que son tan prolongados nos momentos de añoranza por los que no están, que debo explorar al máximo la sonrisa de mi hijo, el beso de mi esposo o la ternura de mis amigos para no olvidar que ellos respiran y lo hacen por mí. Que debo tocarme a menudo para saber que aún tengo carne, cuerpo, porque se me desborda la tristeza que no siento la tierra, solo aire, aire, y creo que no soy real. Eso sí feliz porque Dios a día me da fuerzas para soñar, para sentir una enorme fe en el amor. Y tengo tanta felicidad acumulada que puedo compartirla en este nuevo año. Y deseo que pienses, que siempre se puede empezar.
*Este texto lo encontré entre los escritos de mi esposa, una mujer fiel a sus amigos. Hoy lo quiero compartir contigo en este blog como mensaje de felicidad por el Año Nuevo. La foto inicial pertenece a la colección de postales antiguas publicadas en el blog http://ninona.wordpress.com/2007/12/21/ano-nuevo-ii/ y así utilizada solo con fines periodísticos.
Desde que comienzan los aires otoñales y el invierno dejo de ser yo para ser viento. Intento vivir con los vivos y dejar en paz a mis seres queridos que descansan en la verdadera casa de dios. Juro que cada año lo intento.
Como soy del viento no sé cuál es la verdadera realidad, la que soñé cuando añoraba una familia, la que vivo con mis amigos o la tristeza de saber que todo va pasando.
Me niego a creer que todo sea tan gris. Me niego a creer que tengo tanto y se me va de las manos. Que soy aquella inconforme que da luz a la vida de los demás.
Andrés y Celia son tan solo dos personas que llegaron a mí para impulsar todo aquello que me sostiene. Ya próspero, feliz por haber dejado de ser el pintor sin nada en el bolsillo, Andrés se me acercó:
- A ti te debo lo que hago.
Perpleja ante tanta gratitud no vacilé en pedir explicaciones.
- Cuando me quejaba de tanta desdicha dijiste que tenía el milagro en mis manos, que dios me había dado la luz y no era capaz de verla. Sencillamente aproveché lo que sé hacer: ahora pinto, no como mejor sé, pero sí como mejor se puede vivir.
Andrés sin pretenderlo me devolvió la capacidad de la resurrección, mi mejor mecanismo de defensa o de fe.
Celia dice que su vida es otra desde que conversé con ella y le dije que diferencia de los demás yo soy feliz, con grandes momentos de infelicidad pero soy muy feliz.
Nunca mi amiga periodista había tenido esta filosofía de la vida y cuando descubrió que se trata solo de una actitud, recomenzó.
Celia María tampoco nunca ha sabido que son tan prolongados nos momentos de añoranza por los que no están, que debo explorar al máximo la sonrisa de mi hijo, el beso de mi esposo o la ternura de mis amigos para no olvidar que ellos respiran y lo hacen por mí. Que debo tocarme a menudo para saber que aún tengo carne, cuerpo, porque se me desborda la tristeza que no siento la tierra, solo aire, aire, y creo que no soy real. Eso sí feliz porque Dios a día me da fuerzas para soñar, para sentir una enorme fe en el amor. Y tengo tanta felicidad acumulada que puedo compartirla en este nuevo año. Y deseo que pienses, que siempre se puede empezar.
*Este texto lo encontré entre los escritos de mi esposa, una mujer fiel a sus amigos. Hoy lo quiero compartir contigo en este blog como mensaje de felicidad por el Año Nuevo. La foto inicial pertenece a la colección de postales antiguas publicadas en el blog http://ninona.wordpress.com/2007/12/21/ano-nuevo-ii/ y así utilizada solo con fines periodísticos.
Comentarios