Para alguien que nunca ha hecho una película pensando en la eternidad o la
fama, pudiera parecer irónico el hecho de que su rostro sea considerado como
uno de los íconos del cine cubano. Quizás tenga que ver con su obsesión por
huir de los encasillamientos y la afición por vivir otras vidas en la piel
de personajes siempre diferentes.
Eslinda Núñez, recientemente laureada con el Premio Nacional de Cine,
agradece al destino la posibilidad de participar en clásicos de la
cinematografía nacional como Lucía, La primera carga al machete y Memorias
del subdesarrollo, filmes que más allá de la realización profesional, le
permitieron conocer mucho más a los seres humanos.
Durante una visita que realizó a Las Tunas, aceptó dialogar y compartir
recuerdos de gran parte de su vida.
"Desde niña soñaba con ser actriz, pero era un sueño que llevaba como verdad
dentro de mí, porque sabía que tenía la posibilidad de encarnar heroínas y
me gustaba entrar a un escenario a hacer cualquier cosa", dice.
Confiesa que es una persona muy tímida y que cuando a inicios de los años 60
del siglo pasado llegó a La Habana desde su natal Santa Clara, para estudiar
actuación, vivió una etapa muy difícil. "Era una persona -explica- que no
tenía la facilidad de comunicarme, ni una gran cultura, todo se fue formando
con los años\".
"Comencé en una academia situada en Neptuno y Campanario. Yo llegué a
pensar que todos allí estaban locos. Cierto día veo en un pasillo a Raquel
Revuelta, Bertha Martínez y Sergio Corrieri jugando al pon".
El maestro Vicente Revuelta descubrió en la adolescente de 16 años aptitudes
para la actuación y la incorporó a su escuela, a pesar de que el curso ya
había comenzado.
En 1963 debutó en la gran pantalla de la mano del director francés Armand
Gatti. Sus valores histriónicos le permitieron participar en los filmes más
importantes de la Cuba revolucionaria, al trabajar al lado de realizadores
como Humberto Solás, Tomás Gutiérrez Alea (Titón) y Manuel Octavio Gómez.
"Le agradezco a Humberto todo el apoyo que me dio, sus enseñanzas y su
infinita fe en mí. Él nos dio la posibilidad de poder mirar hacia atrás y
contemplar cómo éramos los cubanos de los siglos anteriores. Su trabajo se
basó siempre en la precisión, la investigación.
\"Trabajar con Titón fue muy agradable porque era un director muy generoso y
le gustaba conversar mucho con los actores. Te trasmitía paz y serenidad en
el set. Aceptaba las opiniones que uno le llevaba, lo que creaba una
atmósfera de confianza muy favorable".
Eslinda, ha llevado su estilo de interpretación también al teatro y la
televisión.
"El teatro me permitió arriesgarme y huir del encasillamiento. La
televisión es un medio muy popular. El cine es muy perecedero. No tengo
preferencia por ninguno. Acepto mis roles si encuentro interesante el
personaje, el proyecto o el trabajo del director. Para mi lo más importante
es la posibilidad de expresar mi realidad".
Ese afán por expresar la realidad y por huir de estereotipos la ha
convertido en una especie de ícono cinematográfico de la mujer cubana.
¿Crees que es tan así?
"Yo pienso que la mujer cubana se ha visto representada en la pantalla.
Lucía, por ejemplo, es un fresco de la historia de Cuba a través de la mujer
cubana. No hice mi trabajo con ese objetivo. Siempre lo vi como una
posibilidad de conocer mejor a los seres humanos. Me acerco a ellos para
beber su savia y luego devolvérsela en cada personaje.
\"Ese toma y da, esa posibilidad que me ha dado, el cine, la actuación,
es una de las cosas más hermosas que me ha tocado vivir\".
fama, pudiera parecer irónico el hecho de que su rostro sea considerado como
uno de los íconos del cine cubano. Quizás tenga que ver con su obsesión por
huir de los encasillamientos y la afición por vivir otras vidas en la piel
de personajes siempre diferentes.
Eslinda Núñez, recientemente laureada con el Premio Nacional de Cine,
agradece al destino la posibilidad de participar en clásicos de la
cinematografía nacional como Lucía, La primera carga al machete y Memorias
del subdesarrollo, filmes que más allá de la realización profesional, le
permitieron conocer mucho más a los seres humanos.
Durante una visita que realizó a Las Tunas, aceptó dialogar y compartir
recuerdos de gran parte de su vida.
"Desde niña soñaba con ser actriz, pero era un sueño que llevaba como verdad
dentro de mí, porque sabía que tenía la posibilidad de encarnar heroínas y
me gustaba entrar a un escenario a hacer cualquier cosa", dice.
Confiesa que es una persona muy tímida y que cuando a inicios de los años 60
del siglo pasado llegó a La Habana desde su natal Santa Clara, para estudiar
actuación, vivió una etapa muy difícil. "Era una persona -explica- que no
tenía la facilidad de comunicarme, ni una gran cultura, todo se fue formando
con los años\".
"Comencé en una academia situada en Neptuno y Campanario. Yo llegué a
pensar que todos allí estaban locos. Cierto día veo en un pasillo a Raquel
Revuelta, Bertha Martínez y Sergio Corrieri jugando al pon".
El maestro Vicente Revuelta descubrió en la adolescente de 16 años aptitudes
para la actuación y la incorporó a su escuela, a pesar de que el curso ya
había comenzado.
En 1963 debutó en la gran pantalla de la mano del director francés Armand
Gatti. Sus valores histriónicos le permitieron participar en los filmes más
importantes de la Cuba revolucionaria, al trabajar al lado de realizadores
como Humberto Solás, Tomás Gutiérrez Alea (Titón) y Manuel Octavio Gómez.
"Le agradezco a Humberto todo el apoyo que me dio, sus enseñanzas y su
infinita fe en mí. Él nos dio la posibilidad de poder mirar hacia atrás y
contemplar cómo éramos los cubanos de los siglos anteriores. Su trabajo se
basó siempre en la precisión, la investigación.
\"Trabajar con Titón fue muy agradable porque era un director muy generoso y
le gustaba conversar mucho con los actores. Te trasmitía paz y serenidad en
el set. Aceptaba las opiniones que uno le llevaba, lo que creaba una
atmósfera de confianza muy favorable".
Eslinda, ha llevado su estilo de interpretación también al teatro y la
televisión.
"El teatro me permitió arriesgarme y huir del encasillamiento. La
televisión es un medio muy popular. El cine es muy perecedero. No tengo
preferencia por ninguno. Acepto mis roles si encuentro interesante el
personaje, el proyecto o el trabajo del director. Para mi lo más importante
es la posibilidad de expresar mi realidad".
Ese afán por expresar la realidad y por huir de estereotipos la ha
convertido en una especie de ícono cinematográfico de la mujer cubana.
¿Crees que es tan así?
"Yo pienso que la mujer cubana se ha visto representada en la pantalla.
Lucía, por ejemplo, es un fresco de la historia de Cuba a través de la mujer
cubana. No hice mi trabajo con ese objetivo. Siempre lo vi como una
posibilidad de conocer mejor a los seres humanos. Me acerco a ellos para
beber su savia y luego devolvérsela en cada personaje.
\"Ese toma y da, esa posibilidad que me ha dado, el cine, la actuación,
es una de las cosas más hermosas que me ha tocado vivir\".
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