La gran llanura, donde apenas sobresalen pequeñas elevaciones diseminadas por el sur, caracteriza la geografía del municipio de Cifuentes, en Villa Clara, donde se localiza la Cueva del Muerto, importante sitio arqueológico.
La espelunca fue denominada con tan sugerente nombre por los habitantes de la zona, en correspondencia con el hallazgo en su interior de un enterramiento aborigen.
Hachas petaloides y pendientes, procedentes de comunidades mesolíticas, figuran entre las piezas encontradas en la caverna, ubicada a 125 metros sobre el nivel del mar, cerca del central azucarero El Vaquerito.
En esa gruta se realizó una de las excavaciones más significativas del país en la década de los años 90 del siglo último, estudio que arrojó la presencia de restos de especies marinas las cuales indican el movimiento
transitorio y estacional de los indígenas hacia el litoral norte, a cerca de 40 kilómetros de distancia.
El aborigen cubano, que habitó allí, se singularizó por la economía recolectora y también fue cazador-pescador a pesar de encontrarse distante del mar, pues fueron localizados esqueletos de animales marinos y conchas.
Según Raúl Villavicencio, experto del Centro de Estudios y Servicios Ambientales del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), la proliferación de testimonios hallados en la región central la colocan entre las de mayor cantidad de sitios arqueológicos de Cuba.
Huellas de los remotos moradores están diseminadas por toda la provincia en relación con la gran movilidad que desplegaban tras el alimento y la Cueva del Muerto, ejemplo de ello, figura entre los espacios más estudiados.
El lugar, con enmarañada entrada y sólida historia, aún infunde temor a los pobladores cercanos quienes recrean las más variadas leyendas.
Mientras, las abundantes piezas obtenidas en la caverna contribuyen a facilitar el estudio sobre los antepasados de los actuales cubanos y se exponen en el museo polivalente Ramón Roa Garí, del municipio de Cifuentes.
(Por Luz María Martínez Zelada, AIN)
La espelunca fue denominada con tan sugerente nombre por los habitantes de la zona, en correspondencia con el hallazgo en su interior de un enterramiento aborigen.
Hachas petaloides y pendientes, procedentes de comunidades mesolíticas, figuran entre las piezas encontradas en la caverna, ubicada a 125 metros sobre el nivel del mar, cerca del central azucarero El Vaquerito.
En esa gruta se realizó una de las excavaciones más significativas del país en la década de los años 90 del siglo último, estudio que arrojó la presencia de restos de especies marinas las cuales indican el movimiento
transitorio y estacional de los indígenas hacia el litoral norte, a cerca de 40 kilómetros de distancia.
El aborigen cubano, que habitó allí, se singularizó por la economía recolectora y también fue cazador-pescador a pesar de encontrarse distante del mar, pues fueron localizados esqueletos de animales marinos y conchas.
Según Raúl Villavicencio, experto del Centro de Estudios y Servicios Ambientales del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), la proliferación de testimonios hallados en la región central la colocan entre las de mayor cantidad de sitios arqueológicos de Cuba.
Huellas de los remotos moradores están diseminadas por toda la provincia en relación con la gran movilidad que desplegaban tras el alimento y la Cueva del Muerto, ejemplo de ello, figura entre los espacios más estudiados.
El lugar, con enmarañada entrada y sólida historia, aún infunde temor a los pobladores cercanos quienes recrean las más variadas leyendas.
Mientras, las abundantes piezas obtenidas en la caverna contribuyen a facilitar el estudio sobre los antepasados de los actuales cubanos y se exponen en el museo polivalente Ramón Roa Garí, del municipio de Cifuentes.
(Por Luz María Martínez Zelada, AIN)
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